Tango para tres

Me llamo Jessica y quiero contaros una experiencia que tuve hace poco y que no me he atrevido a contar ni a mi mejor amiga.

Desde hace algunos meses he salido con Sergio, un chico muy simpático y viciosillo. Aquella tarde llegué a su apartamento para darnos el preceptivo revolcón, pero me encontré con la sorpresa de que no estaba solo. Había una chica, morena y guapa, con él. No me gustó aquello pero no dije nada. Sergio nos presentó, ella se llamaba Carla y, al parecer, era una antigua amiga de sus tiempos de instituto. Nos sentamos y Carla sacó de su bolso un cigarro enorme que resultó ser de marihuana. Yo no quise probarlo, pero ellos fumaron durante un rato hasta acabar colocados, no paraban de bromear y yo estaba muy celosa.

De pronto Sergio propuso entre risas que nos fuéramos los tres a la cama. Yo creía que estaba de broma, pero vi que Carla se agitaba con la idea. Cambiamos de conversación y Carla sacó otro “cigarro” de su bolso. Me sentí un poco mareada con el humo y fui a echarme agua en la cara. Cuando volví del baño sufrí una gran impresión, la visión que me aguardaba no era para menos. Sergio se había levantado y, desde detrás de la silla de Carla, le cogía los senos con las manos mientras le mordisqueaba la oreja. Carla me miró con una sonrisa y me guiñó. Sentí deseos de matarlo, de irme de allí, de olvidar a ese cabrón que le metía mano a otra mujer delante de mis ojos. Pero no hice nada de eso, sólo miré en silencio como Sergio acariciaba y besaba a Carla, mientras sentía como mi sexo se humedecía. Reconozco que, pese a lo que mi mente decía, me excitaba mucho verles. Carla se levantó y, cogiéndome de la mano, tiró de Sergio y de mí hasta la habitación. No sabía lo que me esperaba.

Relato erótico - "Tango para tres"

Allí, se quitó el ajustado vestido que tenía y, en tanga, empezó a desnudarme, yo intenté que no me tocara, pero mi cuerpo no me respondía, estando cada vez más mojada. Sergio, que se desnudó completamente en dos segundos, se situó detrás de mí, restregaba su preciosa polla por mi culo mientras ayudaba a desnudarme. Aunque la situación me parecía intolerable, noté que me ponía muy caliente y me dejé desnudar por ambos, me tendieron en la cama y mientras Sergio me besaba los pechos, Carla, inesperadamente, llevó su cara a mi sexo y con la lengua en mi clítoris me hizo volverme loca, realmente sabía como chupar a una mujer. Sergio cambió de posición para metérsela a Carla. Así, yo estaba tendida boca arriba en la cama, Carla, a cuatro patas me chupaba el coño mirándome a los ojos y Sergio se follaba a Carla por atrás. Sentía cada embestida de su polla a través de Carla que lloraba de gusto pero no dejaba de chuparme. Aquello era lo más morboso que me había pasado nunca. Era el mejor baile de mi vida, que no olvidaría jamás.

Cuando Sergio se corrió cayó profundamente dormido. Carla se tendió a mi lado y me acariciaba los pechos suavemente mientras me hablaba de ella, de la vida y del sexo. Sus palabras eran muy dulces y sus caricias provocaban chispazos eléctricos en mi piel. Me llevó mi mano a sus pechos, duros y bien formados, tenía los pezones erectos y yo se los pellizqué mientras ella me besaba el cuello. Por fin nos besamos, abrazadas y desnudas en la cama, y fue el mejor beso de mi vida, es difícil explicarlo pero el contacto con sus labios y su lengua húmeda me puso de nuevo a cien por hora, sentir su pecho en mi mano mientras nos besábamos era algo nuevo y muy excitante para mí.

Le besé los pezones y llevé mi mano a su coño. La masturbé como a mi me gusta hacérmelo, en realidad era como si me estuviese masturbando yo. Después de unos cinco minutos besándole los pechos y masturbándola tuvo un orgasmo entre gritos. Sin descanso, me besó y se puso a masturbarme mientras nuestras lenguas se rozaban. Aquello era increíble. Tuve varios orgasmos, nada comparable a mis experiencias anteriores con Sergio y con otros hombres.

Nunca he vuelto a ver a Carla y dejé a Sergio poco después de esta experiencia. Nunca me han atraído las mujeres antes y ahora estoy hecha un lío, no consigo olvidar a aquella maravillosa mujer. Me he acostado después con varios hombres pero ninguno me ha hecho olvidar la dulzura de Carla.



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