Rubios, pulidos senos de Amaranta,
Por una lengua de lebrel limados.
Pórtico de limones, desviados
Por el canal que asciende a tu garganta.
Roja, un puente de rizos se adelanta
E incendia tus marfiles ondulados.
Muerde, heridor, tus dientes desangrados,
Y corvo, en vilo, al viento te levanta.
La soledad, dormida en la espesura,
Calza su pie de céfiro y desciende
Del olmo al mar de la llanura.
Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende
Y gladiadora, como una ascua impura,
entre Amaranta y su amador se tiende.

Rafael Alberti


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