Seguramente hemos escuchado en diferentes religiones aquello del amor al prójimo y la importancia del respeto, cuando en realidad, al interior de las iglesias se han suscitado historias de abuso sexual, pedofilia, discriminación, asesinatos, torturas y homofobia.

Numerosos grupos conservadores fomentan la violencia, la coerción, la homofobia y la discriminación, se oponen al uso del condón y a las relaciones sexuales fuera del matrimonio, entre muchas otras cosas.

Y qué decir de la misma discriminación que se vive dentro de la comunidad LGBT, cuando rechazamos a las lesbianas, homosexuales, bisexuales, travestis y transgénero.

Mucha gente se escandaliza al saber que alguien ve películas pornográficas o revistas con desnudos, cuando quizás lo hacen a solas o no tienen el valor de aceptar que tienen fantasías sexuales sobre algo o con alguien.

Lo importante por analizar es cómo podemos criticar o hablar mal de algo cuando realmente somos participes de lo que estamos rechazando. No hay coherencia y se predica una doble moral.

Es inaudito escuchar a alguien cuando habla del respeto, pero a espaldas de la persona habla mal, cuando no tiene congruencia entre lo que dice y lo que hace. ¿Cómo es posible hablar de que queremos respeto y no ser discriminados, cuando rechazamos a alguien por género, apariencia, condición social u orientación sexual?

De la doble moral, el respeto y la discriminación

Es terrible vivir en un mundo en donde valores importantes como la tolerancia, el respeto, el amor, la amistad y la honestidad parecen no importar a mucha gente. Así ha sucedido durante mucho tiempo.

Tan sólo por mencionar algunos ejemplos, podemos hablar de las razzias a homosexuales, las torturas, los asesinatos, la violencia psicológica física y sexual, que ha estado presente al interior de las religiones, las familias, los grupos conservadores, en el trabajo, en el entorno social.

Cada persona tiene en sus manos decidir ciertas cosas, tenemos la capacidad de razonar y de no ser partícipes de situaciones que afecten la integridad de las personas. Por supuesto que podemos decir “esto no me parece” o “no va de acuerdo conmigo”, pero ante todo hay que aprender a fomentar el diálogo, respetar las diferencias, a no tener dos caras, a no pregonar una doble moral.

¿Qué puedes hacer cuando conoces a alguien que lo que dice no es congruente con lo que hace?

Se puede tratar de tus padres, de tu pareja, de tus amigos, de tus compañeros de trabajo, de personas que conoces.

Por un lado, las actitudes pueden doler, las acciones te pueden sacar de onda, puedes descubrir cosas que te sorprenderán. La gente puede justificar su verdad, tratar de imponer su punto de vista, te pueden mentir, te pueden hacer creer que están diciendo la verdad, que ellos no son los malos de la película, que la gente es la que está mal.

En la medida en la que no seamos participes de la violencia, de la deshonestidad, que no discriminemos, que respetemos, las cosas pueden cambiar. Se han promovido diversas leyes en donde se contempla no a la violencia y a vivir en un mundo libre de discriminación y coerción. La participación depende de cada un@ de nosotr@s.

Muchas veces da coraje ver situaciones de injusticia. Para eso también podemos denunciar la discriminación, la difamación, la violencia, el abuso de poder, ejerce tus derechos.

La moral es un arma de doble filo

Afortunadamente, hay límites conforme a los derechos humanos, al respeto al estado laico, no permitas que la deshonestidad, la falta de respeto y la autoridad sean impuestos a tu persona.

Puedes acudir a las instituciones correspondientes, como las comisiones nacional y estatales de los derechos humanos, al Procurador Social o a tu delegación más cercana. Es importante promover la honestidad, la tolerancia, la libertad de expresión, la apertura, el respeto a los derechos humanos y sexuales, la libertad de prensa. No te dejes, acude a las instituciones correspondientes.


Comparte el amor

Deja una respuesta