A continuación compartimos ciertos poemas y reflexiones sobre este poeta estadounidense que vivió entre 1819 y 1892.

Whitman fue un innovador de la literatura en su país, precursor de la poesía en prosa, aportando una presencia de la amistad varonil e intentando inventar un lenguaje aplicable a hombres a los que no les gustan las mujeres. En sus cartas con Emerson – un contemporáneo poeta y filósofo- denuncia que la literatura de su tiempo evita el tema del sexo, al que considera un asunto principal.

Encontró una palabra para designar la amistad masculina: “adhesividad”, término que podríamos traducir como apego. Esa identidad común parece labrar entre los participantes una idea de comunidad universal, si bien no la llega a mencionar con ese nombre.

Walt Whitman y nosotros

Recordemos que, en el siglo XIX, Estados Unidos conservaba la legislación contra la homosexualidad heredada del Reino Unido, donde siguió vigente hasta la segunda mitad del siglo XX.

Fue en la 3º edición de “Hojas de hierba” (1860), donde agregó el poemario “Calamus”, en el que trata el deseo homosexual. En él utiliza un estilo masculino apoyado en una estética homoerótica. Este es el primero de sus poemas, “En los senderos no transitados”:

En los senderos no transitados,

En la vegetación que crece en los márgenes de las charcas,

Fugitivo de la vida ostentosa,

De todas las normas promulgadas, de los placeres, ganancias, convenciones,

A los que durante mucho tiempo he ofrecido sacrificios para alimentar a mi alma,

Son claras para mí ahora las normas aun no promulgadas, es claro para mí que el alma,

Que el alma del hombre por el cual hablo, se regocije con los camaradas,

Aquí, solo, lejos del bullicio del mundo,

Adaptado a las cosas, escuchando aquí las palabras de las lenguas aromáticas,

Ya sin rubor (pues en este lugar retirado puedo expresarme como no me atrevería a hacerlo en otra parte),

Bajo el peso de una vida recatada y que, no obstante, encierra todo lo demás,

Resuelto a no cantar hoy día otros cantos que los de la adhesión viril,

Los proyecto a lo largo de esta vida substancial,

Dejo como herencia los tipos de amor atlético,

En esta tarde de este delicioso septiembre de mi año cuadragésimo primero,

Empiezo, para todos aquellos que son jóvenes, o lo han sido,

A revelar el secreto de mis noches y de mis días,

A celebrar la necesidad de los camaradas.”

Vemos que el poeta, para celebrar las relaciones entre hombres se refugia en los márgenes de una laguna, donde puede escapar de las normas, placeres y convenciones de la conducta tradicional y sexual que aceptó hasta entonces.

Los sucesivos poemas nos van mostrando como vive él estas relaciones, en las que distingue a los camaradas de los amantes, dando su lugar a ambos. Por ejemplo al hablar de su legado dice en “Ni máquina de ahorrar trabajo”:

Ni máquina de ahorrar trabajo.

Ni descubrimiento he hecho.

Ni podré dejar detrás una rica herencia para fundar un hospital o biblioteca,

Ni recuerdos de una hazaña heroica realizada por América,

Ni reputación literaria ni reputación de talento, ni libro para el estante.

Sólo unas cuantas canciones vibrando en el aire,

Para los camaradas y para los amantes.”

Walt Whitman y nosotros

Los poemas nos revelan que lejos de sentir que su deseo homoerótico era excepcional, Whitman lo reivindica como universal, por ejemplo, en “En este momento, anhelante y pensativo”:

En este momento, anhelante y pensativo, solitario,

Me parece que hay otros hombres en otros países, anhelantes y pensativos,

Me parece que puedo mirar y contemplarlos en Alemania, Italia, Francia, España,

O lejos, en la China, o en Rusia, o en el Japón, hablando otras lenguas,

Y me parece que si yo pudiera conocer a esos hombres los amaría como amo a los hombres de mi propio país,

Oh, y sé que seríamos hermanos y amantes,

Yo sé que con ellos sería feliz.”

Y así como ese deseo atraviesa el espacio, también trasciende el tiempo, como se evidencia en el último de los poemas de “Calamus”, el llamado “Lleno de vida ahora”:

Lleno de vida ahora, compacto, visible,

Yo, a los cuarenta años de edad en el octogésimo tercero de los Estados,

a quien viva dentro de un siglo o de cualquier número de siglos;

a ti, que aun no naces, a ti te buscan estos cantos.

Cuando leas estos cantos, yo, que era visible, me habré hecho invisible.

Entonces serás tú compacto, visible, penetrarás el sentido de mis poemas, me buscarás.

Imaginarás que feliz que serías si yo estuviese contigo y fuese tu camarada;

Piensa, pues, que estoy contigo. (No des por demasiado seguro que no esté yo contigo ahora).”

De alguna manera, en este poema, Whitman declara su voluntad de proximidad con las generaciones futuras. Sumando estos dos últimos textos, Whitman nos plantea la existencia de lazos que nos unen con personas de otros tiempos y lugares.

Me parece destacable porque los miembros de minorías étnicas, por ejemplo, pueden sufrir la discriminación, y esta puede comenzar ya desde niños. Pero esos niños pueden regresar a su casa y encontrar amparo en sus padres, que están padeciendo eso mismo pueden comprender perfectamente lo que están pasando sus hijos.

No es el caso de los disidentes sexuales. Y es que a diferencia de un integrante de las otras minorías, en nuestro caso, nuestros padres suelen ser heterosexuales. En general ni se imaginan que sus hijos no serán heterosexuales, ni que podrán ser acosados por eso. Si muchos de nosotros hemos sentido alguna vez la sensación de estar solos en nuestra condición, más aun habrá ocurrido en el siglo XIX, cuando se tenía a la homosexualidad como una enfermedad y donde quien pudiera, la ocultaba.

Whitman consideró que el amor homoerótico fortalecía la democracia. No obstante, la homofobia inglesa llegó a Estados Unidos sobre el final de su vida. Por ello, cuando el escritor homosexual inglés Symonds le preguntó por estos poemas, consideró prudente negar que “Calamus” abogara por afectos homosexuales. Lo que no quita que podamos hoy seguir disfrutando de su lectura.


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