Puede que el pendiente que se acaba de poner en la boca le parezca algo de lo más moderno, pero lo cierto es que el pueblo maya (en Centroamérica) ya anillaba sus lenguas y genitales durante las ceremonias religiosas. También el Kama Sutra describe anillados en el pene y, actualmente, muchas tribus siguen perforando sus cuerpos en los ritos de iniciación en la edad adulta. Pero esta práctica, conocida como piercing (es decir, perforar distintas partes del cuerpo para colocar pendientes u otros ornamentos) también triunfa en las sociedades occidentales, sobre todo en verano.

«En julio y agosto hago el doble de piercings y tatuajes que el resto del año», explica Rafael Naharro, presidente de la Asociación de Tatuadores y Anilladores Profesionales de Andalucía (ATAPA ).Y eso que, según Naharro, conocido en el sector como Tattoo Rafa, «debería ser al revés, porque exigen unos cuidados», como no bañarse en piscinas públicas o que el grabado no esté expuesto a la luz solar. Y es que médicos y profesionales del body art (arte corporal, que es como se llaman estas prácticas) coinciden en que muchos clientes no siguen las precauciones recomendadas y que, pese a la reciente regulación del sector en España, aún existen muchos estudios que no cumplen con los requisitos. Aunque todo piercing supone ciertos riesgos, seleccionar al perforador adecuado y seguir los cuidados higiénico-sanitarios posteriores es clave para minimizar esos peligros.

Piercing, el arte de perforar el cuerpo

Ya han pasado décadas desde que esta práctica ancestral resucitó en los países occidentales. La culpa fue del movimiento punk, que allá a finales de los 70 popularizó los piercings (inicialmente, simples imperdibles) entre sus miembros. Pese a este comienzo, que hizo que los anillamientos se asociasen a los grupos marginales de la sociedad, hoy estas prácticas nadie duda que son una moda. Actualmente, se calcula que un alto porcentaje de la población mayor de 14 años lleva un piercing corporal (sin contar los pendientes en el lóbulo de la oreja)

«Ha crecido tanto la clientela como el número de estudios», dice Jordi Mateu, portavoz de la Asociación de Tatuadores y Anilladores Profesionales (ATAP), para quien actualmente las perforaciones «están mucho más aceptadas. Es una cuestión estética». Sobre todo entre los más jóvenes.

Según revelaba un trabajo publicado el año pasado en la revista ‘Mayo Clinic Proceedings’, la mitad de los universitarios luce un anillado corporal. La aceptación del body art más clásico (los tatuajes) era algo menor: el 23% de los encuestados se había grabado uno. Y es que, a diferencia de estos últimos, los piercings se perciben como algo temporal, de ahí que muchos adolescentes consideren que esta decisión tiene pocas consecuencias a largo plazo, según un trabajo publicado hace unos años en ‘The Journal of School Nursing’.

Riesgos. Los médicos no parecen tan conformes con esta idea. «No recomendamos ninguno, porque todos suponen un traumatismo externo. El más aceptable es el de toda la vida [en el lóbulo de la oreja]», dice Lluís Puig, del servicio de Dermatología del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona. De todos modos, este experto reconoce que «es raro que la gente no se ponga un piercing por los riesgos médicos que supone, aunque sería aconsejable que fuese al médico para que le explicase el tipo de problemas que puede tener».

«Por lo menos deben conocer los peligros», coincide Pía López Jornet, profesora de estomatología en la Universidad de Murcia. Algunos de los problemas que pueden plantear las perforaciones más frecuentes, y que todo anillador de fiar debería explicarle antes de perforarle son los siguientes:

Parte superior de la oreja y nariz. Ambas zonas están compuestas por cartílago, así que la cicatrización es lenta y pueden formarse granulomas (lesiones abultadas). La nariz es muy susceptible de infecciones, pues pueden colonizarla estafilococos. En el pabellón auricular, la proximidad del pelo y la presión al dormir dificultan la curación y, además, las infecciones son difíciles de tratar porque la zona no tiene suficiente flujo sanguíneo para que llegue un antibiótico.

Ombligo. Es la zona más propensa a las infecciones, por los pliegues que presenta, por lo que este anillamiento exige unos cuidados higiénicos muy estrictos. La ropa apretada puede dificultar la cicatrización y facilitar los procesos bacterianos. No es posible practicarla en ombligos prominentes o en adolescentes que aún no se hayan desarrollado.

Orales. Tampoco todo el mundo puede hacerse un piercing en la lengua o el labio. Ambos ocasionan problemas gingivales y dentales, de modo que no resultan recomendables en personas con un esmalte débil, con implantes dentales, etcétera. Asociaciones odontológicas de todo el mundo, la española incluida, se han mostrado en contra de estas perforaciones. «El piercing dentro de la boca es como una bola de demolición», señala López Jornet, que ha realizado varios trabajos sobre estos problemas. Los anillados orales exigen además cuidados posteriores rigurosos, como el empleo de un enjuague bucal y no tomar alcohol.

De todos modos, Puig aclara que las complicaciones más graves de los piercings no son muy frecuentes (suceden en el 5% de los anillados), aunque problemas como infecciones e inflamación afectan a la mayoría (al 70%) de los que se anillan. Ninguna perforación es recomendable en personas con algún problema inmune previo, anomalías congénitas cardiacas (algunos pendientes podrían desencadenar una infección en la pared del corazón), ni en individuos propensos a cicatrices queloides (abultadas) o con alergias.

De hecho, el dermatólogo advierte que estas joyas pueden causar sensibilización al níquel (muchos pendientes contienen pequeñas cantidades de este material, aunque su principal componente sea otro). «El número de piercings que porta un individuo estaría en relación directa con el riesgo de desarrollar una alergia al mencionado metal, lo que explica la elevada prevalencia de sensibilización al níquel en mujeres, puesto que los pendientes en los lóbulos de las orejas son la forma de piercing más común», explican Puig y otra experta en un reciente artículo de Farmacia Profesional.

Piercing, el arte de perforar el cuerpo

La literatura científica también describe contagios de VIH, hepatitis o tétanos a causa de un anillamiento, si bien «usando el material adecuado no tiene por qué producirse esa infección», dice Puig. «Como ahora se está regulando el sector, hay menos complicaciones infecciosas», agrega López Jornet.

Precisamente, existen unos requisitos técnicos y las condiciones higiénicas mínimas que se deben reunir. Los materiales que atraviesen la piel han de ser estériles y desechables (según Mateu, conviene fijarse en que el anillador abre los envases de las agujas delante de uno y después los deposita en un contenedor); los guantes también han de ser de un solo uso; únicamente podrán utilizarse pendientes de oro, titanio y acero quirúrgico; los anilladores han de estar vacunados contra el tétanos y la hepatitis; etcétera. El consejo dejaba al arbitrio de cada comunidad autónoma el tipo de titulación o curso que ha de poseer el profesional del body art. Por ejemplo, mientras en la Comunidad Valenciana la formación corre a cargo de los colegios de enfermería, en Cataluña los realizan las propias organizaciones del sector. Estas dos comunidades forman parte de las pocas (Aragón, Navarra, Murcia , Andalucía, Baleares) que ya cuentan con legislación específica sobre estos centros.

Normativa. Todas estas medidas han sido acogidas positivamente por los propios profesionales. «Somos los primeros interesados en que las cosas se hagan bien. Más que nada, es seguridad para nosotros mismos», agrega Mateu, si bien advierte de que «los ayuntamientos [encargados de verificar que los talleres cumplen la normativa] tendrían que ser más estrictos». «Hay mucho intrusismo. Está prohibido en conciertos, peluquerías, tiendas de ropa… Pero se sigue haciendo», coincide Naharro, el presidente de ATAPA. Precisamente, otro de los modos de escoger un buen perforador es fijarse en si forma parte de alguna organización: «En la asociación no se aceptan estudios que no cumplan con las condiciones. Cuesta encontrar socios», aclara Mateu.

Pero haber valorado los riesgos mencionados y haber escogido un taller que cumpla con la norma no es suficiente. «Hay que estar mentalizado de que los anillados necesitan un cuidado higiénico constante», advierte Naharro, que se lamenta de que «la cultura del tatuaje y del piercing es nula. Dices al cliente que no se toque el pendiente y a la salida ya lo está manipulando». Así que, si pese a los riesgos mencionados uno sigue convencido de ponerse un anillado corporal, al menos «que se lo haga en las mejores condiciones posibles», asevera López Jornet.

Antes de de tatuarse o de colocarse un piercing se deben considerar sus posibles inconvenientes e implicaciones futuras. Una vez tomada la decisión hay que escoger un estudio con el equipamiento adecuado y un personal idóneo que asegure los métodos de asepsia durante las prácticas, recordando que los cuidados posteriores son imprescindibles para evitar complicaciones y lograr el efecto deseado.

Esta necesidad de concienciación parece acuciante, si se tiene en cuenta que, según una revisión sobre el tema recogida recientemente en ‘The Lancet’, «el número de individuos con piercings corporales en las sociedades occidentales está aumentando y todavía no ha llegado a su punto máximo».

Los tatuajes, otro arte corporal que causa furor

Aunque este arte corporal también está de moda, lo cierto es que la filosofía del tatuaje es diferente a la del anillado corporal.

La clientela no siempre es juvenil (como sucede con las perforaciones) y «la gente trae más una idea fijada y no es tan a lo loco [como el piercing]. Se lo piensa más», explica Jordi Mateu. «El tatuaje es más personal. El cliente sabe lo que quiere», explica Rafael Naharro. De hecho, tal y como explica el portavoz de la ATAP, para los grabados es preciso pedir cita con antelación y se requieren un par de horas de trabajo o, incluso, varias sesiones, si se trata de un dibujo de gran extensión. Las perforaciones, por el contrario, apenas tardan unos minutos. Aunque los tatuajes no suelen ocasionar problemas médicos, existen algunas posibles complicaciones:

Infecciones. También es esencial buscar a un buen tatuador, pues el empleo de equipos y agujas sin esterilizar puede transmitir enfermedades infecciosas. Asimismo, una vez que uno ha grabado su cuerpo debe cuidar la zona adecuadamente durante la primera semana.

Cicatrices. Las personas propensas a los queloides (cicatrices abultadas) pueden desarrollar uno a causa del grabado.

Alergias. Aunque las intolerancias a los pigmentos de los tatuajes no son muy frecuentes, estas alergias pueden ser muy problemáticas, porque puede ser difícil extraer esos pigmentos.

Eliminarlo. Pero las anteriores complicaciones no son la razón más frecuente de que el tatuado acuda al médico. El principal problema «es quitarlo», explica Lluís Puig.

Aunque existen varias soluciones posibles, la más moderna es el láser, una técnica que funciona muy bien con los colores oscuros. Los pigmentos claros son más difíciles de eliminar.

Piercing, el arte de perforar el cuerpo

A pesar de estas diferencias, este body art es tan ancestral como el piercing corporal: se han encontrado momias egipcias que ya tenían este tipo de grabados.


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