La aversión al sexo consiste en un odio persistente o recurrente y la evitación de cualquier contacto sexual genital con la pareja. La alteración provoca malestar acusado o dificultades en las relaciones interpersonales.

El trastorno de aversión sexual se da ocasionalmente en hombres y con mucha más frecuencia en las mujeres. Los pacientes se quejan de ansiedad, miedo o disgusto en relación con las situaciones sexuales.

Puede ser un trastorno de toda la vida (primario) o adquirido (secundario), generalizado (global) o situacional (con una pareja específica).

Si es de por vida, la aversión al contacto sexual puede deberse a un trauma sexual, como incesto, abusos o violación; o bien ser consecuencia de un ambiente familiar muy represivo, a veces potenciado por una formación religiosa ortodoxa y rígida.

También puede haberse iniciado tras unos primeros intentos de coito que produjeron dispareunia. En este último caso, aun después de desaparecer la dispareunia, permanece el recuerdo del dolor.

Rechazo al sexo o aversión sexual

Cuando se trata de un trastorno de tipo adquirido, con posterioridad a un período de funcionamiento normal, la causa puede tener que ver con la pareja (situacional o interpersonal) o deberse a un trauma o a dispareunia.

La aversión puede generar una respuesta fóbica (incluso de angustia), en cuyo caso pueden estar presentes también temores irreales menos conscientes de dominación o de daño corporal.

La aversión sexual situacional puede darse en personas que intentan o esperan tener relaciones incongruentes con su orientación sexual.

El tratamiento se orienta a suprimir la causa subyacente siempre que sea posible. La elección de una psicoterapia conductual o psicodinámica depende del diagnóstico.

Cuando la causa es interpersonal está indicada la terapia de pareja, mientras que los cuadros de angustia pueden tratarse con antidepresivos tricíclicos, inhibidores de la recaptación selectiva de serotonina, inhibidores de la monoaminoxidasa o benzodiacepinas.


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