A la vez, surgió en mí una fuerza tremenda, como si mi vagina se hubiera transformado en una boca que succionara rítmicamente, que aprisionara y acariciara con suavidad y energía aquel miembro.

Largos años de matrimonio llevamos mi marido y yo. Nos habíamos casado apasionadamente enamorados. Habíamos aprendido juntos gran parte del juego del amor durante nuestra luna de miel, y más tarde tuvimos todo el tiempo del mundo para continuar experimentando. Después, llegaron los hijos, el trabajo absorbente, más obligaciones y responsabilidades. Imperceptible y gradualmente, nuestra vida sexual cayó en la rutina. Un buen día acabamos por darnos cuenta de que nuestra falta de estímulo en lo sexual empezaba a reflejarse en otros aspectos de nuestra relación. Consultamos a un psiquiatra. Nos recomendó reiniciar gradualmente nuestra vida sexual, con más caricias y más erotismo. Pero no avanzamos mucho. El hastío continuaba carcomiéndonos.

Fue entonces cuando la sabiduría oriental vino a salvarnos. Por azar, cayó en mis manos un libro acerca del “tantra”. Lo estudié profundamente. Cuando creí que dominaba la teoría, invité a mi marido a que experimentáramos juntos lo que allí se enseñaba. Y aceptó. Lo que hicimos fue extraordinario.

Con el tantra, se produjo un cambio tan radical para nuestra manera de relacionarnos que nuestra unión persiste ahora plena de vitalidad, a pesar de los muchos años de matrimonio.

‘La Columbia Encyclopedia’ define al tantra como una tradición esotérica que se encuentra en el hinduismo y en el budismo, y que mezcla una serie de ritos en el yoga.

Tantra: la tradición esotérica del erotismo y el sexo

En dicha tradición son fundamentales las deidades femeninas que se llama Shakti, junto con el uso del vino, la carne y la celebración del acto sexual. En la práctica de los heroicos predomina el uso de los cinco elementos llamados los cinco “emes”: el pescado (matsya), la carne (mamsa), el vino (madya), los cereales afrodisíacos (mudra) -para algunos autores, los mudras serían los gestos eróticos- y el sexo (maithuna).

La práctica tántrica tiene como objetivo despertar la energía (kundalini), que se identifica con Shakti y se funde en el esencia divina. Para los tántricos, macho y hembra poseen polos opuestos de energía cósmica bioeléctrica que se unen durante la relación sexual. A través del aliento se absorbe energía cósmica, pero sólo durante el coito hay mayor recargo de ella. La kundalini posee forma de serpiente y, con la cola en la boca, duerme enroscada en la base de la columna. Se le despierta concentrándose en el ‘muladhara chakra’ o centro del sexo, que se localiza entre el ano y los genitales. Todo esto ya unido a la meditación tántrica. Es a través del maithuna que los seres humanos se unen a la esencia del poder cósmico y, por ende, alcanzan el éxtasis.

La práctica del tantra alarga la vida, garantiza la adquisición de mayor sabiduría y permite el desarrollo de una gran vitalidad. Su práctica implica el uso del poder sexual y requiere de una preparación espiritual por medio de la meditación y la respiración, para producir una experiencia de carácter místico y sexual. Las poderosas cargas electromagnéticas de los sexos se unen y culminan en el orgasmo, que es como una explosión de paz y calma.

¿Cuáles son los pasos a seguir para la práctica del sexo tántrico?

El primero, fundamental, consiste en abstenerse de tener relaciones sexuales, pues el yoga tántrico se basa en la medida que se practica con menos frecuencia. A lo sumo, una vez al mes. La explicación de esto es que el sexo en exceso agota la energía sexual y contribuye a que se pierdan fluidos vitales.

En nuestro caso particular, una vez que mi marido y yo tomamos la decisión de practicar el yoga tántrico, nos resignamos a la abstinencia. Durante este período, se recomienda hacer una serie de ejercicios de meditación y de respiración.

Nuestra unión sexual debía efectuarse el quinto día después de pasado mi período menstrual. Para los tántricos, ese día la mujer está plena de potencia y receptividad.

Acostumbrados, como estábamos a una práctica más o menos frecuente, esta regla nos resultó difícil de aceptar, pero pensamos que valía la pena el sacrificio si es que recuperábamos la fogosidad de nuestra relación. De manera que para evitar problemas decidimos dormir separados.

A continuación, iniciamos los ejercicios que exige el tantra. El control respiratorio se realiza de l5 a 20 minutos, diariamente. Consiste en inhalar durante siete tiempos, mantener el aire en los pulmones contando hasta siete también y exhalar durante siete tiempos nuevamente. Practicando la respiración, la meditación es una consecuencia natural, puesto que prácticamente fluye sola. Es cuestión de concentrarse y dejar libre el pensamiento. Cualquier libro de yoga enseña las bases de la respiración y la concentración.

Mi inquietud se exacerbaba a medida que pasaban las semanas. Alrededor del día catorce, ya me sentía bastante estimulada por los ejercicios místicos de preparación y purificación. Hubiera querido, con toda mi alma, hacer el amor con mi marido. Sin embargo, estaba resuelta a acatar las reglas hasta el fin. El tantra impone que, en este período, la persona deja de pensar en el ser amado. Quizás por eso, con cierta frecuencia, empecé a soñar con mi marido, cosa que no me pasaba desde que éramos novios.

Finalmente terminó mi período menstrual. Mi marido, que estaba informado al minuto de lo que me ocurría, se sintió muy feliz. Había llegado el gran momento.

Para el tantrismo, el sexo es un ritual que debe ser preparado hasta el detalle, en tareas que despliega conjuntamente la pareja.

Tantra: la tradición esotérica del erotismo y el sexo

Los ritos deben realizarse entre las l9 y las 24 horas. Como lo que aquí se juega es la plenitud sexual, las cosas deben hacerse con entusiasmo y convicción.

Mi marido se encargó de comprar los alimentos frescos del ritual y los preparó de acuerdo con las normas: la carne, que representa lo animal; el pescado, las fuerzas del mar; el vino, el fuego; y, los cereales, la tierra. Nos surtimos también de semillas de cardamomo y arroz hervido, incluyendo dos vasos de agua y sake japonés. Siguiendo las instrucciones, pusimos todo esto en una bandeja de plata, sobre una mesita al pie de la cama. Durante el día yo me había preocupado de la limpieza meticulosa de la recámara. Puse sábanas de raso en la cama y las perfumé cuidadosamente. Nuestra habitación quedó limpia, agradable, ventilada. En seguida, coloqué jarrones con flores frescas, especialmente rosas rojas, distribuí espejos en sitios estratégicos y, según lo señala el tantra, dispuse la iluminación a base de velas blancas y perfumadas, puestas en candelabros. De ese modo, la habitación estaba alumbrada con una tenue luz violeta. De hecho, me preocupé de la decoración como si se tratara de una gran representación teatral.

Más tarde, mi marido y yo nos dedicamos a nuestro arreglo personal. Yo me puse un bello traje largo de seda color durazno y me solté el pelo. Mi maquillaje y mi perfume fueron cuidadosamente elegidos para la ocasión. Mi marido se veía muy guapo y su atuendo y perfume revelaban su preocupación por lo que viviríamos. La sala estaba a media luz, y habíamos puesto un disco de música suave.

Nos miramos con profunda seriedad y dimos por iniciada la ceremonia. Cada paso del ritual tenía por objeto atender a cada uno de nuestros sentidos, la mente y el espíritu, con el fin de alcanzar estados elevados de misticismo.

Cenamos sin dejar de mirarnos intensamente, casi no hablábamos, pues estábamos concentrados en nosotros. Empezamos por la carne acompañada con vino. Después. seguimos con los otros alimentos. Terminamos brindando son sake y mascando las semillas de cardamomo para aromatizar nuestro aliento.

Después, fuimos a bañarnos juntos, según el ritual. Nos acariciamos con suavidad y miramos nuestros cuerpos bajo el agua, con renovado interés y afecto.

Al salir del baño, purificados e impecablemente limpios, nos pusimos nuestros perfumes predilectos. Yo me cubrí con una bata de seda transparente roja. del color del hibisco, y mi marido se colocó una bata de seda natural. Abrazados, llegamos al lecho e iniciamos los ejercicios de respiración para librarnos de tensiones y ansiedad.

A continuación, nos desnudamos. Dulcemente empezamos a masajearnos el uno al otro con aceite perfumado a base de almizcle. De vez en cuando repetíamos nuestra “mantra”, pensando en el kundalini.

Todo lo que habíamos leído estaba sucediendo. Lo realmente mágico de una ceremonia tántrica es que, no obstante que los miembros de la pareja conocen perfectamente sus cuerpos, la magia del ritual los hace verlos de otra manera en el nuevo escenario de luces y de sombras, de flores y esencias exóticas. Cada sentido se pone en estado de alerta, con el máximo de receptividad. La música sirve al redescubrimiento físico estimulando y acariciando.

Hacia el orgasmo definitivo

Con los dedos índice y corazón, mi compañero me tocó el pecho y los tres ojos: los dos físicos y el ojo espiritual que está en el centro de la frente. Luego, fue tocando mi cuerpo punto por punto con una delicadeza y una dulzura que me hacían estremecer. Tendida de espaldas, me sentía recorrida por una especie de corriente eléctrica maravillosa. Mi marido yacía recostado sobre su costado izquierdo, que es la posición que despierta la corriente de la energía kundalini. Y ambos respirábamos rigurosamente, según lo exige el tantra.

Fue una larga y extenuante sesión de caricias preliminares. Después, alcé las piernas, las doblé hasta tocar primero mi barbilla y luego el pecho, y entonces mi marido me penetró totalmente, al tiempo que yo bajaba las piernas y las mantenía abiertas. Por primera vez en la vida, sentí el vigor de su pene duro inundándome. Nos quedamos absolutamente quietos, sin hacer ningún movimiento.

Esta una de las más importantes reglas del sexo tántrico. La pareja debe permanecer inmóvil luego de la penetración, atenta al intercambio de sensaciones físicas y psíquicas que experimentan, sin tensiones de ninguna especie y sin precipitarse a iniciar movimientos de introducción y salida. Tal control debe mantenerse durante 32 minutos.

Habían pasado alrededor de veinte minutos, cuando sentí algo inusitado. Fue como si su pene hubiera cobrado vida y alcanzado proporciones gigantescas. A la vez, surgió en mí una fuerza tremenda, como si mi vagina se hubiera transformado en una boca que succionara rítmicamente, que aprisionara y acariciara con suavidad y energía aquel miembro. Y las contracciones que yo hacía, aunque involuntarias, parecían motivadas por una fuerza que estaba fuera de mí.

Nos contuvimos todavía. Yo había comenzado a experimentar un orgasmo increíble, o muchos orgasmos, no lo sé. Aun así, no inicié movimientos.

Tantra: la tradición esotérica del erotismo y el sexo

Esto ocurrió después

Casi sin advertirlo, comencé a moverme y a retenerlo con mis muslos, cadera y todo el cuerpo. El por su parte inició la acción del coito, larga, muy larga, por largo tiempo. Estábamos en una comunión perfecta, fundidos en el contacto sexual, con el espíritu y el cuerpo ascendiendo a alturas jamás imaginadas.

El orgasmo fue inenarrable. Luego, al recuperar la conciencia, me sentí inmersa en un lago de serenidad, estático y agradable al mismo tiempo. Durante largo tiempo permanecimos unidos, sintiendo nuestro calor y energía. Nos sentíamos puros y habíamos revitalizado nuestro amor.

Esa fue mi gran experiencia

Ahora, recomiendo el sexo tántrico. Es un sistema nuevo, una religión del erotismo que permitirá a los practicantes traspasar la etapa primaria del sexo para convertirlo en algo fuera de serie.

Es cierto, el tantra requiere de ciertos sacrificios, pero la recompensa es muy grande. Afortunadamente, hay bastante material escrito sobre la materia. Es cuestión de buscar en librerías y probar. De una cosa estoy segura: si lo practican, no se arrepentirán, puesto que su relación amorosa se enriquecerá decisivamente.


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