Debemos señalar a dos colectivos maltratados desde hace siglos por la Iglesia: las mujeres y los homosexuales, sin perjuicio de que haya muchos otros colectivos damnificados.

En lo referente a las mujeres, dejo de lado que no puedan acceder al sacerdocio, que les marquen el modelo de María mientras las tratan como si fueran Eva. Claro que su actitud es discriminatoria y reprobable, pero hoy quiero señalar que miles de mujeres fueron quemadas por brujas entre los siglos XIV y XVII. Bastaba con una acusación para que se torturara a la acusada, se le pidieran más nombres y se fuera a buscar a las nuevas implicadas. Marvin Harris cita en “Vacas, cerdos, guerras y brujas”, un relato de un testigo de la época, Johan Meyfarth, quien narró:

Una de las asignaturas pendientes de la Iglesia

He visto miembros despedazados, ojos sacados de la cabeza, pies arrancados de las piernas, tendones retorcidos en las articulaciones, omóplatos desencajados, venas profundas inflamadas, venas superficiales perforadas; he visto las víctimas levantadas en lo alto, luego bajadas, luego dando vueltas, la cabeza abajo y los pies arriba. He visto cómo el verdugo azotaba con el látigo y golpeaba con varas, cargaba pesos, pinchaba con agujas, ataba con cuerdas, quemaba con azufre, rociaba con aceite y chamuscaba con antorchas. En resumen, puedo atestiguar, puedo describir, puedo deplorar como se violaba el cuerpo humano.”

Y extraída bajo tortura la confesión de haber mantenido coitos con el diablo, o participado en aquelarres, delatando a otras participantes, antes de dictar sentencia, la acusada debía reafirmar lo anterior sin tortura… o en caso contrario, volvían a torturarla para que se reafirmara. Todo este sistema funciona reglado por bulas papales.

El 80% de los ejecutados fueron mujeres, a las que se atribuía una lujuria carnal insaciable. Y antes de ser ejecutadas, se les practicaban torturas: según los lugares, se les rasuraba o quemaba todo el pelo y vello púbico. Entre las torturas está el estrapado por el cual, tras amarrarle las manos a la espalda, se la subía desde las muñecas con una polea y se la sacudía hacia arriba y abajo hasta dislocar sus hombros y desgarrar sus tendones. Si no aceptaban su culpabilidad, podían ser quemadas con velas, aceite ardiente, bolas de brea ardiente, aplicarle tornillos para aplastar los pulgares, etc. No obstante estaba prohibido torturar a las mujeres embarazadas hasta que dieran a luz. Luego eran entregadas a las autoridades civiles para que ejecuten la sentencia.

La última bruja fue quemada legalmente en la hoguera en 1787, en Suiza. La iglesia no ha pedido perdón ni por las torturas ni por los asesinatos.

Una de las asignaturas pendientes de la Iglesia

Con respecto al punto de vista católico sobre la homosexualidad, digamos que es calificada de “desorden objetivo”. Actualmente la homosexualidad (desear a personas del mismo sexo) no es en sí condenable, sino tan solo su práctica.

Esto hoy puede parecer inocuo, pero no fue siempre así. Mucho tiempo la Iglesia vio como un mal menor que las personas homosexuales se casaran con alguien del otro sexo y mantuvieran con ella relaciones sexuales, incluso si las mantenían mientras fantaseaban con alguien de su mismo sexo, sin satisfacer a su cónyuge ni dar espacio a la realización humana de esas familias.

La historia de la represión de la homosexualidad por la Iglesia sería larga, y excede este artículo, pero a lo que quiero llegar es que dentro de una escalada de represión de varios siglos, el castigo específico culminó con la instauración de la Inquisición en 1215. Los sodomitas (término que abarcaba a todos los que tuvieran sexo evitando la procreación) fueron castigados con la quema en la hoguera por considerarse que su práctica era “contra natura”. Por cierto, es el mismo argumento que se utiliza aún en algunos lugares del mundo para “ajusticiar” a homosexuales en el siglo XXI.

Para que tengáis una idea más concreta de lo que estoy hablando, quiero transcribir un párrafo de “Historia y presente de la homosexualidad”, de Alberto García Valdés, ed. Akal, pero antes una aclaración: cuando leáis “nefando” (es decir, innombrable) se refieren a la penetración anal. Usan esa palabra porque creían que no debían dar pruebas de que tal cosa podía existir, para evitar la difusión de esa práctica.

En Madrid (…) se sabe que el 5 de diciembre de 1622 “quemaron por el pecado nefando a cinco mozos” y el 21 de marzo de 1626 “quemaron dos mozuelos por el pecado nefando” uno de los cuales “se desdijo a voces por las calles cuando le llevaban a quemar, e hizo mucha lástima en la Corte”. También en Madrid y por la misma causa quemaron a otros dos hombres, uno de 16 y otro de 40 años, el 10 de diciembre de 1636, y a otros dos en enero de 1637; a dos más en octubre de 1639 y Pellicer, que cuenta el hecho, notifica que “están presos por el mismo delito nueve y dice que han culpado a casi sesenta”.

Una de las asignaturas pendientes de la Iglesia

Esto es sólo una muestra de un fenómeno extensible a toda la Cristiandad durante varios siglos. Tampoco la Iglesia ha pedido perdón por estos asesinatos cometidos en su nombre y por su acción.

Sin embargo, la Iglesia puede pedir perdón. Ya lo ha hecho por ejemplo, por los siglos de antisemitismo. También lo hizo recientemente por haber torturado a Galileo, por sostener que la tierra giraba alrededor del sol, en contra de lo que decía la por entonces infalible Biblia, en su libro de Josué 10,13. Desde luego que ambos fenómenos merecían su disculpa. Mientras esperamos que pida perdón a las mujeres y a los “sodomitas” quemados como consecuencia de su acción, tengamos presente lo que es la sexualidad para la OMS:

Es un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida. Abarca el sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Se vive y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales. La sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se vivencian o se expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales históricos, religiosos y espirituales.”

Recordemos que la misma OMS ha eliminado a la homosexualidad de la lista de enfermedades en 1990 y que los derechos sexuales deben ser reconocidos, promovidos, respetados y defendidos por todas las sociedades con todos los medios, según la WAS (Asociación Mundial de Sexología).


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