Existe la falsa creencia de que un niño no educado en la pedagogía negra del control de conducta, los premios y los castigos, se va a convertir -de manera irremediable- en el tan incomprendido y estigmatizado “niñ@ malo”. Nada más lejos de la realidad. Si te sientes así, el siguiente texto puede ser liberador

¿Pedagogía negra? ¿Qué es eso? Yo pensé lo mismo, había oído hablar de la pedagogía blanca pero no había escuchado el término. Lo asocié, naturalmente. Me fui a San Google y ahí encontré a su autora: Alice Miller, de la que conocía su libro “El niño dotado”, que en su día me puso los pelos de punta por claro y sincero, por escocerme en lo más profundo de mi niñez.

Una reseña:

“Miller culpó a los padres de las neurosis y psicosis de la humanidad. En nuestra cultura “No toques a los padres es la ley suprema”, escribió Miller. Incluso los psiquiatras, psicoanalistas y psicólogos clínicos tienen un miedo inconsciente de culpar a los padres de los trastornos mentales de sus clientes. Según Miller, los profesionales de salud mental también son criaturas de la pedagogía negra internalizada en sus propias infancias. Esto explica por qué el mandamiento “Honrarás a tus padres” fue uno de los blancos principales en la escuela de psicología de Miller.”

Sí, yo también pensé que a donde vamos culpando ahora otra vez a los padres y quedándonos en “nuestros niños” dolidos y enfadados con nuestros papás. Habrá que crecer, ¿no? Pero creo que la autora pone énfasis en algo que se pierde en muchos sitios y es una ley inquebrantable: los niños son indefensos, nunca deberían ser víctimas del abuso físico, verbal o emocional de alguien y menos de un adulto, ya no digamos de sus padres. En base a esto, todos estamos malcriados, malcuidados, malqueridos.

Homenaje a las niñ@s mal@s

El término pedagogía negra lo que viene a plantearnos es si la educación que nos transmitieron es la única posible y correcta; si aprender que la autoridad no es cuestionable; que obedecer hay que hacerlo siempre a no ser que te castiguen, o te pillen; que si haces las cosas bien, te premiarán (¿¿Quién??), etc., etc… Viene a abrir una brecha en cómo hemos aprendido que es el mundo y la vida, algo que aprendimos de nuestros padres, de la manera en que nos cuidaron y quisieron.

¿Y si la vida pudiera ser diferente? Da vértigo, sí. ¿Cuáles son las normas entonces? ¿Qué hacemos cuándo alguien hace mal? ¿Cómo aprenderíamos a ser buenos? A lo mejor, tenemos que plantearnos si ser bueno es algo que se aprende, para qué o quiénes hemos aprendido a ser buenos. Yo no sé cuáles serían las normas de enseñanza si prescindo de las que he aprendido, a pesar de haber cuestionado y cambiado muchas, hay un punto en el que me pierdo. Sólo me planteo: Si hubiéramos crecido en un ambiente de respeto, libertad, amor y sin etiquetas, ¿quiénes seríamos? ¿cuánto miedo, rebeldía, dolor no llevaríamos con nosotros?

Os dejo con un texto de Myriam Moya Tena, para pensar en realidades diferentes.

Querida “niña mala”,

tan falta y a la vez tan repleta de Amor,

tú que nos acompañas a tod@s en nuestro camino,

tú que nos sirves de espejo,

tú que tienes a veces la difícil tarea de sanar un conflicto familiar (y eso que por la edad no te toca),

tú que siempre eres comparada y sales perdiendo,

tú, la hermana eterna de la “niña buena” porque no te quedó otra opción,

tú que te reconoces en el grito, la rabia, la turbulencia, los golpes,

tú, la reina del ruido interior, aquella a la que no se le permite el silencio,

tú que te has ido cargando de piedras y tienes el valor de continuar caminando,

tú que reprimes, metida en tu rol, tantísimo dolor, que me dan ganas siempre de abrazarte,

tú que no puedes permitirte llorar,

tú que fuiste mi mejor amiga y no me defraudaste porque yo te veía,

tú que fuiste el gran amor de mi “niña buena”,

tú que pueblas mis aulas y no eres comprendida y aún así resistes,

tú que eres el “terror” y la “alegría” a partes iguales de los parques infantiles,

tú que guardas un cofre inmenso de amor como tod@s

y solo esperas que te abran la puerta…

Yo (como si fueras hija mía) te libero,

te libero de tu adjetivo que ya va siendo hora,

te libero de reconocerte en la rabia, la diferencia y la no armonía,

te libero de hacerte la dura y/o la valiente,

te libero del “eres la vergüenza de esta familia”

te libero del “mira, todos los niños se portan bien menos tú”

te libero del “tu hermana, tu prima, hace esto o aquello…”

te libero del “no se te puede sacar de casa” y del “eso no te lo he enseñado yo”

te libero del “con lo que yo he hecho por ti y así me pagas”,

te libero de un mundo en blanco y negro,

te libero de pedir perdón,

te libero del “glamour social” de tu rol al crecer,

te arranco cada una de las corazas

para que el dolor se vaya un rato de paseo y ya no vuelva,

te presto la atención que mereces,

te abro mis brazos sin condiciones,

te digo que te quiero como una madre,

te veo,

te doy las gracias por tu luz,

te doy gracias por existir,

te deseo la paz sin pedirte nada a cambio,

porque eres grande, mi niña,

y mereces crecer FELIZ y LIBRE

que ya te toca.


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