Hay fantasías que se producen de manera voluntaria y a las que se puede recurrir en momentos de excitación, masturbación o coito. Suelen ser fantasías agradables, que no generan gran ansiedad y con las que la persona se siente muy a gusto.
Entre estas destacan:
- El recuerdo de algo que ha pasado y que resulta muy agradable. Una insinuación, un beso, una caricia, un juego…
- Algo que no ha pasado, pero que sería muy agradable que sucediera. El enamoramiento, una proposición, una mirada reveladora…
- Algo que no ha ocurrido y que nunca se llevará a cabo. Una experiencia sexual violenta, intercambio de parejas, infidelidad… que pueden resultar muy positivas siempre que se afronten de una forma madura, como un juego en el que lo importante es pasarlo bien y ante el que no hay nada que temer.
Sin embargo, hay otra serie de fantasías que no están tanto bajo el control de la voluntad. Se presentan en la mente sin previo aviso y con mucha dificultad pueden llegar a evitarse. En caso de producir ansiedad o malestar pueden resultar especialmente nocivas para el sujeto, dado que pueden impregnar y echar a perder toda la experiencia sexual.
En este momento cabe recordar que la experiencia sexual no se reduce al coito, la masturbación o la excitación sexual, entendida en el sentido vulgar de la palabra. La experiencia sexual es, además de todo eso, todo aquel entramado de experiencias de placer y de dolor que el ser humano tiene respecto a sus semejantes y su propio cuerpo. Es por ello que la persona fantasea de continuo, aun no se percate de ello.