El sexo, entre otras de sus virtudes, se puede convertir en una beneficiosa actividad que permita evitar muchas de las complicaciones relacionadas con el embarazo. Dos de los problemas más comunes durante la gestación, la hipertensión arterial y la pre-eclampsia, podrían prevenirse manteniendo relaciones sexuales frecuentes durante todo el año previo al momento de la concepción.

Las complicaciones del embarazo en la raza humana, mucho más frecuentes que en el resto de mamíferos, están provocadas por la necesidad del feto de recibir nutrientes para alimentar el desarrollo de su cerebro, el más grande entre todas las especies (el feto emplea el 60% de su energía en este desarrollo, el triple que otros mamíferos). Estos nutrientes se obtienen a medida que la placenta recubre el interior de la pared uterina, un hecho que puede causar algunos de los problemas más comunes entre las embarazadas.

Según ha demostrado un estudio publicado en la revista ‘New Scientist’, el riesgo de sufrir alguna de estas complicaciones es de sólo un 5% entre las mujeres más activas sexualmente durante los 365 días previos a la gestación. Frente a ellas, quienes mantuvieron relaciones sexuales con el padre de su hijo sólo durante los cuatro meses anteriores al momento de quedarse embarazadas mostraron un riesgo que se situaba en un porcentaje cercano al 40%.

Exposición continuada al semen paterno

Esta teoría sugiere que la exposición al semen paterno podría facilitar la preparación del sistema inmunológico de la mujer para el embarazo. Mediante la exposición continuada a un ADN diferente al suyo, el del padre, el sistema inmune de la mujer se prepara para el momento de la gestación, en el que tendrá que alojar en su organismo a un ser con un ADN diferente del suyo propio. Los autores recuerdan que el feto contiene genes tanto de la madre como del padre, un hecho que altera los mecanismos inmunes maternos que, por naturaleza, no deberían reconocer ese cuerpo extraño. Sin embargo, al tiempo que se adhiere al útero, la placenta produce sustancias químicas que alteran el sistema inmune materno para permitir la supervivencia del feto; al mismo tiempo, estas sustancias debilitan las defensas naturales del ser humano.

Sexo frecuente y embarazos sin problemas…

Adhesión placentaria al útero

Durante la gestación, este sistema protector se ve alterado por muchos de los cambios que sufre el organismo que, en algunos casos, pueden ocasionar complicaciones graves. Uno de los cambios más importantes se produce cuando la placenta recubre y se adhiere al útero materno, un hecho que favorece el desarrollo cerebral del feto gracias a los miles de vasos sanguíneos placentarios que aportan la cantidad suficiente de oxígeno y nutrientes para su desarrollo.

Por este motivo, cuando la placenta recubre e invade el útero, se desencadena una reacción del sistema inmune de la madre que ataca a la placenta, que se encuentra forrada por los genes ‘extraños’ del padre, lo que podría llegar a desencadenar pre-eclampsia. Esta dolencia consiste en la filtración de toxinas al flujo circulatorio materno, provocando una peligrosa subida de la tensión arterial que, en pocas horas puede llegar a provocar fallo renal, hemorragia cerebral e incluso la muerte.

Esta teoría, enunciada en el hospital ‘Sud Réunion’ en la isla de Réunion (situada en el océano Índico) ha generado tanto interés como escepticismo, y no toda la comunidad científica parece aceptar la tesis que relaciona la invasión de la placenta con el desarrollo cerebral del neonato. “Puede haber otras posibilidades” señala David Haig, biólogo de la Universidad de Harvard; mientras que Robert Martín, antropólogo en el ‘Field Museum’ de Chicago, cuestiona que esta invasión pueda favorecer el desarrollo del cerebro del feto: “Los delfines tienen una placenta no invasiva y su cerebro es el siguiente en tamaño después del de los humanos”.


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