La andromaquia, el columpio, la mariposa y el Yin-Yang

Vamos a revisar una colección de posturas en las que el chico pasivo ocupa la posición superior, tomando en cierto modo el control de las maniobras sexuales. Es una forma de hablar… Estas posturas tienen el atractivo principal de cambiar en cierto modo los roles de “poder”, ya que la parte de la pareja que es penetrada toma el control para darse placer a sí mismo y a su compañero, marca el ritmo o la profundidad de penetración y puede hacer las paradas técnicas que necesite.

No en vano esto de estar arriba o abajo tiene una significación simbólica muy especial: pertenencia, jerarquía, poder. Me viene a la memoria el estricto código sexual de la Mafia que contaba Saviano en “Gomorra”, según el cual quien elige estar debajo también elige implícitamente someterse, incluso en otras facetas de la vida. La psicología es uno de los conocimientos básicos de la escuela primaria del mafioso. Total, que a mí el contraste “pasivo que manda” me parece precioso. Adicionalmente, estas posturas vienen de maravilla para sujetar los impulsos eyaculatorios del tipo “Speedy González”.

El pasivo manda

Por contra, se pasa a llevar el peso del desgaste físico, eso que uno nota generalmente en las agujetas del día después, porque en el momento, con el chute de adrenalina, testosterona y demás, todos parecemos atletas sexuales. Veamos las variantes.

La andromaquia

Horroroso el nombre, es cierto. Pero las sensaciones que depara, mucho mejor. Activo tumbado, pasivo sentado encima, apoyado sobre las rodillas. Desde ahí se tira de muslos para generar vaivén. Poder mirarse fácilmente y disfrutar las caras de vicio en medio de la faena es un plus. En caso de terminar la fiesta con esta postura, no hay que perderse la eyaculación sobre el pecho del acompañante. Si llevabas mucho tiempo en el dique seco ten en cuenta que llegarás más lejos. Ojo con el cuadro que compraste en tu visita a la galería de arte y que tan bien queda en el cabecero de la cama o lo convertirás en un Pollock.

Riesgos: rozadura de rodillas del día después, agujetas en aductores, chorreras en el cabecero de la cama.

La andromaquia

El columpio

Lo mismito pero mirándole tiernamente los pulgares en vez de las pupilas. El columpio clásico se realiza colocándose en vez de sobre las rodillas, sobre las plantas de los pies, en cuclillas. La apertura es mayor lo que incrementa la profundidad de penetración, el peso cae en mayor medida sobre el compañero, aunque se regula a voluntad. Depende de lo ejercitado que andes de gemelos, si te has dado cuenta ya, esta postura no es más que las clásicas sentadillas, sólo que con bastante más diversión. Estupendísima para mantener a tono los glúteos. Al inclinarse hacia adelante y atrás se pueden obtener diferentes sensaciones con la variación del ángulo de penetración.

Riesgos: los mismos que hacer sentadillas, hacen falta buenas piernas; aplastamiento del compañero en caso de que te venzan las piernas y hayas subestimado tu sobrepeso; si no tienes buenos tatuajes en la espalda y/o una cadera con ritmo, corres el riesgo que tu chico se canse de contar las humedades del techo.

El columpio

La mariposa

Como si de un truco de prestidigitador se tratara, podemos convertir un columpio en una mariposa. Suena precioso ¿verdad?. Tres fáciles pasos. 1. Bien ensartados según hemos explicado en el columpio, giramos despacito para ponernos mirando de frente a nuestro compañero. 2. Echamos el cuerpo hacia atrás apoyándonos en ambos brazos. Y 3. Nuestro compañero se incorpora a su vez un poco sobre sus brazos. ¡Voilá! Les presento a la mariposa. Algunas variantes incluyen apoyarse y/o agarrar los tobillos del compañero. En cualquier caso un mar de sensaciones está servido.

Riesgos: darse cuenta de que la forma física no te alcanza en brazos y piernas y que no sois capaces de aguantar el ritmo que os está pidiendo el cuerpo con esta postura. Ojo con las luxaciones en los brazos.

La mariposa

El Yin-Yang

La quintaesencia de las posturas con pasivo arriba. Todo misticismo y circular de energías en perfecta armonía y equilibrio. Y equilibrio precisamente es lo que se necesita para no acabar con la cadera, los tobillos o las rodillas descoyuntadas. Es una exageración, claro, pero ojo con esta postura y sus riesgos. Aquí el activo aunque esté debajo es el que lleva todo el peso del pasivo sentado sobre él. Los dos en cuclillas. Conviene tener algo para agarrarse (pared, cama o silla) y ayudarse de los brazos para mantener el equilibrio al principio. Una vez dominada, el juego de brazos, la cercanía de los cuerpos en estrecho abrazo y la mirada cercana del otro, hacen que uno olvide el crujir de tendones y huesos. Garantizado.

Riesgos: ninguno, tan solo recordar que al contactar con el servicio de urgencias médicas, es mejor llamarla por su otro nombre: “nos hemos lesionado haciendo el cangrejo”, que es más popular entre los camilleros de medio mundo.

El Yin-Yang


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